En tierra francesa, a la orilla de una Europa que veía acercarse el inicio de la Segunda Guerra Mundial, un poeta, Pablo Neruda, agitaba el pañuelo de despedida consciente de que ese viejo barco cargado de derrotados de la República era su mejor y más bello poema.
El 3 de septiembre de 1939, el Winnipeg arribó a las costas de Valparaíso, Chile. En él viajaban dos mil doscientos inmigrantes españoles provenientes de Francia gracias a la iniciativa de Pablo Neruda. Refugiados republicanos o comunistas de la Guerra Civil que habían huido de España con la llegada de Franco al poder. En la memoria de españoles y chilenos sigue navegando como el inmortal barco de la esperanza.