El corredor inicia con la presunción de haber sido escrita en un dialecto del holandés por un autor llamado Konstantin Blok y traducida por Karl Manders, y cuenta dos historias extraordinarias aunque distintas: la de un padre y la de su hijo. La guerra los separa y pierden toda esperanza de volver a reencontrarse. Estas historias confluyen y el contraste entre una y otra muestra un verdadero pathos: el padre, un comerciante de éxito, intrépido, honorable y tal vez algo descarado, entra en Alemania para ver con sus propios ojos qué está sucediendo en un tiempo en que, sin que él esté al corriente de ello, los rusos se preparan para «liberarla».Entretanto, el hijo supone que su padre ha muerto y se convierte en alguien introvertido e inquieto, que sólo encuentra cierta paz en practicar largas carreras de fondo. Y así comienza un viaje con giros extraordinarios -aunque totalmente creíbles- en el que lo que parecía imposible, el encuentro entre padre e hijo, acaba por ser inevitable.