Muchos chinos, y no solo sus dirigentes políticos, asocian la democracia con la violencia y el desorden. Este pensamiento llevó a Deng Xiaoping a tomar medidas drásticas contra los rebeldes que protagonizaron los sucesos de la Plaza de Tiananmen en junio de 1989. Y es que solo un jefe supremo, el equivalente a un emperador, puede garantizar el alimento y el descanso de su pueblo y sin él el imperio chino se disgregaría en mil pedazos. Esta idea reposa sobre miles de años de gobierno autoritario, comenzando por el emperador Quin, el primero que inició una milenaria historia de déspotas al frente del gran imperio chino. Sin embargo, la historia de China es también una historia de rebeliones de hombres y mujeres que desafiaron a la ortodoxia impuesta por sus gobernantes y es esta historia paralela la que se aborda en este libro. ¿Qué idea tienen estos rebeldes de la libertad? ¿Qué piensan de China? ¿Su concepto de la disidencia es el mismo que el de otras culturas? Ian Buruma ha viajado por medio mundo para intentar dar una respuesta a estas y otras muchas preguntas. En ciudades como Nueva York o Amsterdam, aquellos disidentes solamente perciben un lejano susurro de lo que acontece en realidad en su país, pero aun así la pregunta sigue en el aire: ¿Podrán impedir todas estas corrientes de rebeldía que China siga siendo la mayor de las dictaduras que permanecen en pie?