El mundo, nos dicen, evoluciona a una velocidad vertiginosa que impide la reflexión. Esta idea, aunque pocas veces admitida, ha arraigado hasta el punto de que, hoy en día, el pensamiento es sospechoso. Como si pensar no fuera una necesidad sino un lujo, la filosofía no parece hallar una función precisa en nuestra sociedad. Por qué filosofía reacciona contra esta situación. Con un estilo agradable y ajeno a pedanterías, nos recuerda verdades elementales y, sin embargo, olvidadas: que pensar por propia cuenta y riesgo es un ejercicio liberador, que la vida sin pensamiento no es nada y que poner en tela de juicio los principios recibidos es un modo de asimilarlos mejor.