Carlos E. Cué (Madrid, 1974) es periodista de la sección política de EL PAÍS desde 1999. Antes había estudiado Ciencias Económicas en la Universidad de Alcalá de Henares, y luego realizó el Máster EL PAÍS/UAM, en 1998. Especializado en política, ha seguido durante los últimos años la información de Izquierda Unida y de los movimientos que lideraron la protesta del No a la Guerra, así como todas las manifestaciones. 11-M: atentado terrorista en Madrid. 14-M: elecciones generales. La primera fecha quedará escrita para siempre con las letras del dolor. La segunda fecha estaba escrita, pero no el resultado: un vuelco electoral sin precedentes en la historia de España. Carlos E. Cué reconstruye, vigorosa y rigurosamente, con datos y nombres hasta ahora desconocidos, cómo fueron y cómo se vivieron las poco más de setenta y dos horas que median entre esos dos momentos. Alejado de las consideraciones morbosas del humano tormento de las víctimas y sus familiares, el autor se centra en el control de la información como auténtico detonante y reactivo de los hechos. Por una parte, el secuestro de la información por parte del gobierno del PP, estrategia ya utilizada, sistemática y descaradamente, desde el hundimiento del Prestige y el almuerzo de las Azores. Por otra, el inesperado hallazgo de un canal de distribución de noticias insólito, rápido y eficacísimo: los mensajes de teléfono móvil, con el ¡pásalo! como consigna. Así se organizaron las acciones y concentraciones del día de reflexión contra el PP. Y así se hizo de nuevo realidad aquella máxima de los jóvenes que pretendían cambiar el mundo: la imaginación al poder. De manera que este libro es no sólo una crónica excelente de uno de los momentos más emotivos de nuestra historia reciente sino también, y sobre todo, un alegato a favor de todas aquellas personas que luchan por la libertad y que son capaces de movilizarse por un ideal. «Cada ciudadano ha vivido los atentados a su manera y ha votado como ha querido. Pero entre ellos, más que nunca, ha fluido la información y los sentimientos hasta conformar una decisión colectiva inesperada. Tal vez por eso alguien dejó escrita una sentencia en el templo de Atocha: "ningún ciudadano es una isla"». CARLOS E. CUÉ