A finales del siglo XIX, el barrio de Storyville en Nueva Orleans contaba con dos mil prostitutas, setenta jugadores profesionales y treinta pianistas. Pero sólo había un hombre capaz de tocar la corneta como Charles 'Buddy' Bolden, el hombre que durante el día hacía de peluquero y por la noche tocaba jazz en tugurios atiborrados de gente, con una pasión que electrizaba a su público.