Un hombre llega al final de su vida. Pasa los últimos días en la casa en la que nunca quiso vivir y que está, sin embargo, cargada de recuerdos. Cuenta tan sólo con la compañía de un criado cuya inquietante fidelidad le lleva a una permanente sospecha acerca de las razones de sus propios actos y del sentido de su existencia. Desde ese último recodo del camino busca construir el rompecabezas de su pasado. Recuerda sus modestos inicios, su ascenso económico y social en el Madrid de lainmediata posguerra, sus amantes y amigos. En algún lugar del trayecto se le perdió el alma y se le desvaneció el amor. Ahora intuye una culpabilidad difusa sobre la que se ha ido levantando la voracidad de los inocentes: su mujer ?ausente y vacía: un caparazón?, sus hijos ?cultos y progresistas?, su nieto. En Los disparos del cazador, Chirbes vuelve al espacio moral de sus anteriores novelas. Nos habla en un tono tenso de una generación que se reclama «inocente», pero que se ha construido sobre los cimientos que pusieron las «manos sucias» de otros. Una generación en la que la rebeldía ha sido una forma de estética, la cultura un maquillaje de las corrupciones de cada día y el gusto artístico una frontera para subrayar las diferencias. En esta historia, que atrapa desde las primeras líneas, todo está cuidadosamente hilado, sutilmente insinuado, en un riguroso ejercicio de tono y de economía literaria, y pesa tanto lo que se silencia como lo que se cuenta. En resumen, la construcción de un testamento del que nadie quiere sentirse heredero.