Hacia 1665, un esclavo liberto pintó el retrato de doña Gracia de Mendoza, célebre cortesana de la época, y de un niño a quien recogió, convertido luego en su amante y finalmente en su esposo, Pablo de la Corredera. Desde entonces, el cuadro ha sufrido avatares, ha cambiado varias veces de dueño, ha padecido mutilaciones y añadidos y, sobre todo, ha sido visto con distintos ojos por hombres y mujeres de distintas épocas. Y en la nuestra alguien lo descubrió, lo restauró, y reconstruyó ?o creyó reconstruir? la verdadera historia del cuadro y de los personajes que aparecen en él. Paloma Díaz-Mas ha elaborado en El sueño de Venecia un refinado artificio literario, un tapiz cuya trama se va revelando pausadamente en sus cinco episodios, pero conservando un enigma final, o al menos una cierta resonancia enigmática, como aconsejaría Henry James. «Carta mensajera», el primer capítulo, lanza a rodar una historia que se desarrolla desde 1665 hasta nuestros días y que, manteniendo un sutil pero claro hilo conductor ?el cuadro del esclavo liberto, pero también un barrio de Madrid y una serie de incestos reales y simbólicos?, cambiará de estilo y de voz según la época en la que transcurra. Así, «El viaje de Lord Aston-Howard» nos conduce al Madrid del siglo XIX, tal como lo ve y lo cuenta en sus cartas un noble viajero inglés; en «El Indio» el salto es de dos generaciones y los protagonistas son prósperos miembros de la pequeña burguesía, para pasar con «Los Ojos Malos» al Madrid de la posguerra y el Capitán Trueno, y cerrar, con «Memoria», el hilo de la trama con un nudo de intriga y sorpresa. Una novela que nos propone, también, una reflexión sobre la Historia revelada en historias; sobre cómo la hacemos, la recordamos y la olvidamos y algún día intentamos reconstruirla.8200;Una reflexión donde la belleza y propiedad de la escritura son también reveladoras.
«Su obra más ambiciosa, un importante salto adelante» (Santos Sanz Villanueva, Diario 16).