Este libro es quizás comparable a La tierra baldía y Los cuatro Cuartetos de Eliot, los Cantos de Ezra Pound, las Elegías de Duino de Rilke y Espacio de Juan Ramón Jiménez. Esta gran obra póstuma de Mandelstam, escrita en una situación de extrema precariedad, nos ofrece el ejemplo moral de la dignidad de la poesía frente al terror y la barbarie. Los tres cuadernos que la componen, escritos desde el destierro, la cordura ganada por el suicida y la culpa del verdugo asumida por la víctima inocente, son, al tiempo que un diario lírico del poeta en los tres años de destierro a que fue condenado por haber escrito un poema contra Stalin, una especie de Divina Comedia hecha a la medida de los estigmas del siglo que termina.