Mateo-Sagasta sumerge al lector en el Siglo de Oro, que plasma con maestría y lujo de detalle, así como agilidad y sentido del humor. Diez años después de que Francisco Robles editara la novelita titulada 'El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha', un tal Alonso Fernández de Avellaneda se atreve a sacar una segunda parte. Robles, furioso por que un avispado le pise un negocio por el que lleva años luchando, encarga a Isidoro Montemayor, uno de sus empleados, que encuentre al tal Avellaneda para ajustarle las cuentas.Curtido en toda clase de lances tras sus años como encargado de un garito y gacetillero de la Corte, Montemayor se mueve como pez enel agua tanto en los tugurios más inhóspitos como en los círculos literarios más selectos. Indagando en unos y otros, pronto descubre que Avellaneda no existe, sino que es un seudónimo tras el que se oculta alguien que afirma haber sido ofendido por Cervantes, a quien trata de cornudo y homosexual.A Montemayor no le queda entonces más remedio que sumergirse en el Quijote y en la vida de don Miguel para comprobar qué hay de verdad en ello y quién puede querer tan mal al maestro como para acusarlo de algo que puede llevarloa la hoguera.Mateo-Sagasta sumerge al lector en el Madrid del Siglo de Oro y plasma con maestría y lujo de detalle, así como agilidad y sentido del humor, un período único en la historia española.