En 1944, Norman Lewis, agente del Servicio de Inteligencia británico, llegó a Nápoles, donde las condiciones de vida eran tan precarias que los habitantes habían devorado hasta los peces del acuario municipal. Muchas mujeres se vieron abocadas a la prostitución como medio de subsistencia y la mafia se hizo tan indispensable para las fuerzas de ocupación que acabó recuperando todo su poder. Aun así, los napolitanos no perdían el coraje y la inventiva: Norman Lewis diría al respecto que “un año entre los italianos me ha procurado tal admiración por su humanidad y su cultura que si me fuera dada la posibilidad de nacer de nuevo elegiría hacerlo en Italia”.