No hay nada absoluto en la vida humana, y si hubiera algo sólo
podría ser expresado relativamente. En otras palabras: en todo aquello que hace
referencia al ser humano intervienen siempre el espacio y el tiempo, es decir,
la finitud. Por eso, el ser humano es un incesante aprendiz, es decir, un ser
en constante proceso de formación, de transformación y de deformación.
A lo largo de este libro se presta una especial atención a las transmisiones
educativas como un aspecto fundamental de una filosofía de la finitud. El
educador debe dar testimonio de la provisionalidad, de la vulnerabilidad, y de
la contingencia propias de la condición humana. Sin este testimonio, la
educación llega a ser fácilmente un instrumento al servicio del totalitarismo.
Por este motivo, una filosofía de la finitud es sobre todo una crítica radical
del poder.
"Una filosofía de la finitud acaba siendo una poética de la finitud. Llega un momento en que la palabra estrictamente filosófica descubre que ante los aspectos más relevantes de la vida humana ha de dejar paso a las palabras múltiples del universo literario. La palabra del filósofo permanecerá en silencio y entonces será el poeta el que tome la palabra."
Joan-Carles Mèlich
(Barcelona, 1961) es profesor de filosofía de la educación en la Universitat
Autònoma de Barcelona. Investigador del proyecto
"La filosofía después del Holocausto" del Instituto de Filosofía del CSIC
(Madrid). Ha publicado Situaciones-límite y educación. Estudio sobre el
problema de las finalidades educativas (1989), Antropología simbólica y
acción educativa (1996), Totalitarismo y fecundidad. La filosofía frente
a Auschwitz (1998), La educación como acontecimiento ético (en
colaboración con F. Bárcena) (2000), La ausencia del testimonio. Ética y
pedagogía en los relatos del Holocausto (2001) y La lliçó d'Auschwitz (2001).