Con esta obra M. Raymond inicia la trilogía titulada La saga de Citeaux y compuesta por Tres monjes rebeldes, La familia que alcanzó a Cristo e Incienso quemado. Con la denominación de «saga», el autor manifiesta su intención de trazar poéticamente la historia de la primitiva Orden cisterciense que, andando los siglos, recibiría del monasterio de La Trappe el nombre de trapense con el cual se conoce a los monjes blancos.
En las literaturas nórdicas, la saga es un género equivalente a la epopeya de la Europa meridional y occidental. Pero las sagas suelen carecer de protagonista individual: el héroe en la saga es un colectivo, una familia, una tribu, un pueblo.
Al narrar la historia de los creadores del Císter, Raymond utilizó aquel antiguo género literario, y, tomando de la vida real unos sucesos extraordinarios, les infundió un aliento poético y legendario del más alto valor emocional. Su intención, al componer la trilogía, fue divulgar la historia de los primeros cistercienses europeos del siglo XII, y la de los primeros trapenses americanos en el siglo XIX.
En las tres épocas de esta Saga de Citeaux, Raymond hizo con los fundadores del Císter en Europa y la Trapa en América, lo que hicieron con Mío Cid y los reyes de Inglaterra el juglar de Cardeña y Shakespeare: ponerlos de pie en sus sepulcros, inyectar sangre en sus venas petrificadas, encender soles y estrellas en sus ojos cerrados, dotarlos de aliento y voz para que, al moverse y hablar, jamás puedan separarse de nuestra memoria.