Mitch nunca ha sido muy religioso. Aunque educado en el seno de una comunidad judía, la espiritualidad siempre ha resultado algo secundario para él. Por eso queda muy sorprendido cuando el octogenario rabino de su comunidad le pide que, cuando llegue su hora, sea él el que pronuncie su discurso fúnebre. Esta propuesta inesperada da pie a repetidos encuentros entre el viejo rabino y Mitch que empieza a replantearse su propia espiritualidad. Paralelamente, vamos descubriendo la historia de Henry, criado en un ambiente hostil que le conduce rápidamente por el camino de la delincuencia y la drogadicción. Años más tarde, Henry se ha convertido en otra persona, siempre dispuesta a ayudar a los demás.