¿Quién no ha tenido alguna vez la sensación de que una presencia sutil, difusa, parece acompañarnos o envolvernos con un manto de protección y amor? ¿Cuántas veces hemos tenido la sensación de que, si no fuese porque algo nos ha detenido en el momento preciso, podríamos haber padecido un percance? ¿Alguna vez no hemos sentido una brisa de alivio en los momentos más angustiosos?
Hay quien habla de casualidad, suerte o, incluso, sugestión. Sin embargo, ninguna de esas razones es completamente satisfactoria. Quizá lo más oportuno sea contemplar la realidad con una mentalidad más abierta y aceptar que, en todos esos casos, han intervenido unos seres a los que solemos denominar ángeles.