Lewis Trondheim (La mazmorra) nos presenta con su humor tan ácido y característico una de sus obsesiones más recurrentes, los videojuegos y nuestra relación con la electrónica.
Cuando hace más de veinte años jugábamos febrilmente al primer ping-pong electrónico, ¿se nos ocurrió pensar tan solo un segundo que resultaríamos ridículos a los ojos de la nueva generación, penosos para la siguiente y miserables para la de después? Pero jamás podrán quitarnos el orgullo de haber sido los primeros Homo Electrónicus. Fuimos pioneros y seguiremos siéndolo. Estábamos ahí cuando se forjaba el futuro de una humanidad en la que todos los hombres mirarían por fin en una misma dirección: la de la pantalla de su ordenador.