No hay libro de instrucciones para crecer dentro de un orden, enfrentarse dignamente a los primeros picores, relacionarse con el sexo opuesto, fraguar amistades eternas o sobrevivir a las instituciones educativas. Palmiro Capón hizo todo eso y más en las décadas de los setenta y de los ochenta con inconsciente arrojo y envidiable optimismo; afortunadamente, Lalo Kubala también andaba por allí para poder contarlo con detalles que van de lo escabroso a lo tierno, del impulso adolescente al boceto sociolNo hay libro de instrucciones para crecer dentro de un orden, enfrentarse dignamente a los primeros picores, relacionarse con el sexo opuesto, fraguar amistades eternas o sobrevivir a las instituciones educativas. Palmiro Capón hizo todo eso y más en las décadas de los setenta y de los ochenta con inconsciente arrojo y envidiable optimismo; afortunadamente, Lalo Kubala también andaba por allí para poder contarlo con detalles que van de lo escabroso a lo tierno, del impulso adolescente al boceto sociológico, del momento histórico a la nostalgia bien entendida o de la aventura personal a la experiencia universal. Y es que Palmiro, rebozado en el error, fortalecido en la supervivencia, el cuerpo curtido en mil pequeñas batallas cotidianas, sólo ha tenido una cosa clara: un Capón nunca se rinde. Faltaría más.