Admiramos a quienes tienen paciencia y queremos imitarlos. ¿Cómo lo hacen, cómo dominan su agresividad? ¿De qué manera encauzan sus malos momentos? Podemos intentar descubrir cuáles son sus secretos y cómo se las arreglan para nutrirlos y plasmarlos en la realidad. La paciencia no es un bien que anule nuestra personalidad, sino que la despliega más armónicamente. A través de la experiencia vital de cada uno de nuestros actos cotidianos, podemos adquirirla.