El narrador de esta novela es un profesor de instituto de filosofía y el autor de este libro también. Coinciden, y se nota en la novela, una preocupación por plantear algunas de las preguntas fundamentales que atañen a los jóvenes. Eliacer Cansino construye una novela a partir de un edificio destartalado, que es una metáfora de lo que ocurre en el territorio de la marginalidad y especialmente en el de la inmigración ilegal. Y aunque se trata de una metáfora para abordar los temas que le interesan, sus chicos están llenos de verdad, de palabras, de palpitaciones. No son personajes muertos al servicio de una tesis. Merece la pena acercarse a esta novela llena de buena literatura.