Hay acusaciones que nos marcan para siempre. Ainur intenta cambiar su destino después de ganar un juicio por mobbing. Puede que sea inocente, pero tiene que huir para salvarse. Encuentra refugio físico en un pueblo arrimado a un precipicio, donde habitan seres tullidos con una nueva visión del mundo. Su mente se refugia en la historia de una comadrona quemada por bruja en el siglo XVI y tenida por santa. Los dos refugios ocultan grandes peligros y encierran secretos que golpean a Ainur, que se embarca con el lector en una intriga filosófica en la que lo cotidiano peregrina por las grandes cuestiones de la humanidad. Anónimos, animales muertos y libros: libros que pueden cambiar nuestra vida. El farero, que habita en un faro que no alumbra; el Señor Oscuro, un misionero renegado en cuya casa no entra la luz; la tuerta Consuelo, una Casandra con oscuros designios en un pueblo que aparece y desaparece en la bruma. Un rompecabezas magistralmente armado sobre la identidad y el doble, sobre la culpa y el deseo, sobre el monopolio de los médicos y la caza de brujas, donde nada es lo que parece, ni siquiera el amor, ni siquiera la muerte. "Llegar hasta aquí no es fácil. Para llegar hasta aquí es necesario haber cogido siempre el camino equivocado. No una. Muchas veces. Confiar en las personas que te traicionarán. Amar a quien no te ama. No saber qué efecto hace el sonido de tu propio nombre cuando otro lo escucha. Estar maldita". Eugeni Rico, Aunque seamos malditas