Robert Browning resulta difícil para muchos lectores de la Edad de la Pantalla, pero su genio sigue siendo único y enriquecedor. Sus «monólogos dramáticos» tienen un nombre engañoso: son antífonas subjetivas, líricas, en las que muchas voces -que suelen habitar una sola persona- juegan entre sí.
En 1889 Browning afirma: «No estoy interesado en el arte sino en los obstáculos del arte». Es un brillante resumen de la gesta de Browning, una llama dividida similar a la del Infierno de Dante, desde la cual habla Ulises generando en Dante un silencio absoluto en respuesta, silencio con el cual el poeta admite tácitamente su afinidad con el viajero condenado.
Las pesadillas de Browning se convierten en las nuestras: el suyo era un genio de lo grotesco, como el de Dickens o Kafka. Hay otros grandes escritores que no están de moda en esta
época triste, pero de todos los poetas importantes en inglés Robert Browning me parece el más absurdamente abandonado. Su genio es tan original y su fuerza demoníaca tan
sorprendente... Harold Bloom, Genios