A Suzanne Simonin no le espera el matrimonio, ni la vida acomodada de sus hermanas. A Suzanne Simonin sus padres le reservan la clausura de un convento. Empobrecido tras las generosas dotes concedidas a las dos hermanas mayores -y sin garantías de su paternidad-, el señor Simonin obliga a Suzanne a tomar los hábitos pese a su absoluta falta de vocación.
Como si de una larga carta de Suzanne Simonin se tratara, Diderot presenta en primera persona las torturas que la convención y el fanatismo imponen a una joven novicia contra su voluntad. Terrible sátira de los conventos, Diderot describe en esta novela situaciones y acontecimientos que la prensa católica de la época no ocultaba y que alcanzan una intensidad inimaginable.
Traducción de Félix de Azúa