Ya con cinco o seis años se juega casi siempre a ser otro: «yo era el ladrón y entraba en tu casa y tú el policía y me detenías y yo...». O sea, esto es un instinto natural.
Precisamente habría que preguntarse por qué determinadas personas, enormes cantidades de personas, cuando son mayores pierden este
instinto, esta apetencia, este deseo de ser otro o, sobre todo, de ser otros. Fernando Fernán Gómez