Los últimos dos siglos recogen la verdadera Historia de Latinoamérica tras el largo periodo colonial de trescientos años que le sirvieron de prólogo. La mayor parte de esos trescientos años se dedicaron a expulsar a los gobernantes europeos del Continente, objetivo que se logró, casi totalmente, a fines del siglo XIX, cuando una nación continental, los Estados Unidos, asumieron el papel de gendarme neocolonial, dislocando el mapa del hemisferio con nuevas anexiones y alianzas e introduciéndolo luego en una ajena guerra fría.
La desaparición de la URSS, la carrera por dominar los recursos energéticos y la tecnología para fabricar armas de largo alcance han terminado por devolver a Latinoamérica cierto sosiego para retomar sus problemas fundamentales de desarrollo socioeconómico, cultural y político con objeto de continuar, en el siglo XXI, la labor de fundamentar las estructuras de sus nacionalidades y de sus gobiernos, una labor que tuvo que interrumpir continuamente durante cien años por la ingerencia de factores exógenos.