A través de un relato lleno de ternura y emoción, en
tono poético, Gonzalo Moure invita al lector a adoptar
un punto de vista inusual, a ponerse en el alma y los
sentidos de un caballo, lo que en definitiva supone
verse a sí mismo a través de otros ojos, para
comprender cómo somos vistos los humanos por seres
sobre los que ejercemos dominación, e incluso
violencia.
En total armonía con el texto, las ilustraciones de
Esperanza León nos sumergen en un diálogo entre
pensamiento y materia, pasado y presente. Partiendo
del arte rupestre, en el que se inspira, sus pinceles
mezclan pigmentos y colores llenos de significado: la
arena que evoca un tiempo dorado, el azul de los
sueños y el gris de la ceniza. Se aprecia una
yuxtaposición de imágenes, en algunos dibujos
intencionada, apelando al destino compartido que une
a hombre y caballo.