No basta con perder la cabeza en el transcurso de un partido, con flaquear una vez, una sola, víctima de un calentón.
No. Hay que demostrar constancia, regularidad y determinación en el gesto imprevisible, en el pronto irreprimible, en la entrada a
la altura de la carótida en la trifulca a la salida de una discoteca.