Todo empezó con la bruma, la opacidad de la inacción. Cuando desiste el movimiento acechan las tinieblas. ¿A quién escribir? ¿Con qué intención? El tiempo pesa con su valija de recuerdos. Entonces el que desea el camino abandona algo: un pueblo, un sentimiento, una visión. Para viajar un hombre debe adentrarse en el tobogán de sus sentidos, iniciar un peregrinaje, renegar de su inercia, doblegar su sumisión. El fin se desconoce aunque ya las voces lo susurran. El viaje se descifra, al igual que un poema, sin vallas, sin contornos. El final, casi siempre es amor.