Érase una vez... una mujer que se llamaba Olga, hija mayor de María de Covadonga. Vivía en Tarragona, ciudad dorada frente al mar. Su madre le cantaba canciones asturianas. Un mes de septiembre, cuando manzanas y ciruelas maduran en los prados, y cuando va a empezar la berrea allá en los montes altos donde se encueva el oso, Olga quiso visitar la tierra de su madre y de sus abuelos. Quiso conocer al Home del Sacu, al Nuberu, al Musgosu y a la Xana, y para eso se situó en una casona-palacio entre los prados, en un parque antiguo acariciado por el río. Pola de Somiedo.