La levedad del humo se abre con un poema dedicado a Jorge Luis Borges. El autor argentino, por quien Israel Clarà siente auténtica devoción, se convierte así en el acicate para crear una obra maravillosa, homogénea, de una gran pulcritud formal y enorme belleza interior. El poeta, a pesar del homenaje inicial, no se deja llevar sólo por su estima hacia los personajes a los que dedica sus versos, sino que interpela a todo ser humano sobre algunas de las grandes preguntas de la existencia. Así, como es habitual en la poesía de Israel Clarà, el poema se transforma en aquella casa común donde el lector puede encontrar refugio y amparo, siempre con la convicción de que el arte habrá de salvarnos.