Cuando se piensa en los sicilianos, es inevitable que acudan a la mente infinidad de tópicos, que el cine y las novelas han ayudado a difundir. Muchos visitantes esperan encontrar un pueblo rudo y violento, de arraigadas tradiciones, mujeres enlutadas y dominado por la omertà, la ley del silencio. Esto no se corresponde con la realidad. Pero en casi todos los tópicos hay algo de cierto y, efectivamente, los sicilianos están muy apegados a sus tradiciones y entre ellos tienen gran arraigo los valores familiares. Al llegar a Sicilia se podrá comprobar que sus habitantes son muy sociales y hospitalarios con los visitantes. Se sienten muy orgullosos de su tierra, de sus tesoros culturales y artísticos y de sus costumbres, y les complace que vengan de fuera a conocerlos. Si de algo se sienten orgullosos los sicilianos es de su gastronomía. Es muy frecuente que los propios dueños de osterie o trattorie pasen por las mesas para cerciorarse de que todo ha estado al gusto del comensal. Si al seleccionar los platos de la carta se tiene cualquier problema, no hay que dudar en preguntar, les encanta informar de los ingredientes y la forma en que están preparadas sus recetas