La capital salmantina ofrece al viajero, antes que nada, el atractivo de un lugar plagado de monumentalidad que haría casi interminable una visita detallada. Pero Salamanca no se agota en la ciudad, la provincia se muestra increíblemente bella en las Sierras de Béjar o de Francia, en Ciudad Rodrigo o en Las Arribes del Duero.La más hermosa piedra, una arquitectura transformada, en cada época y a cada momento, por la luz que modela en ella infinitas formas, una plaza, la Mayor, que "zumba, gira y canta", atractiva para forasteros y propios, llena de gente, bulliciosa...Salamanca... eterno cruce de caminos, parada y fonda de innumerables pueblos que han dejado su indeleble huella en la ciudad.De entre todos los sitios que el visitante encontrará a su paso será, sin duda, la Plaza Mayor la que más le cautive. Son muchos los motivos por los que seduce desde el primer momento. Desde luego su traza es hermosa, impecable, proporcionada y noble. Para plumas sobresalientes es la construcción civil más conseguida de España. No es momento de ponderar sus valores artísticos, pero sí de decir que asombró a un escritor tan viajado como Ilya Erenburg, que dijo que la Plaza "gira, zumba y canta".La Plaza asombra por su vitalidad y fuerza. Imán para el forastero y patio de casa común para el local, por sus cuatro lados discurre la vida urbana con el ritmo de la mejor novela y nada en ella remite al polvoriento cajón de lo histórico-artístico.