Con la llegada de la democracia, los ciudadanos descubrimos que, más allá de la clásica paella, el cordero y la lubina al hinojo, podemos disfrutar de la comida. Y mientras aprendemos a disfrutar de esta nueva gastronomía, aparecen los primeros representantes -Arzak y Subijana- de una nueva cocina que trata de imponerse a la francesa tradicional. Tras las Olimpiadas del 92, llegará el éxito internacional de Ferran Adrià, Santi Santamaría o Sánchez Romera. En pocos años Adrià y El Bulli se convierten en un fenómeno.
Según el autor, frente a las luces, las sombras de dicho reinado son la falta de críticas, el exceso de aduladores y la legión de emuladores que sólo aspiran a imitar las técnicas de Adrià. Éste parece ser el peligro de El Bulli: que en lugar de seguidores parece que sólo genera imitadores.
El libro se completa con interesantes comparaciones entre el arte, la filosofía, la antropología y la cocina, por lo que constituye una crónica muy interesante no sólo de la evolución de Adrià, sino también de la llamada «cocina molecular» y su relación con la industria alimentaria.
Una obra escrita con agilidad y rigor, no exenta de ironía y humor, con un lenguaje asequible que transmite la pasión del autor por el tema y que mantiene el interés hasta el final.