En los Dunwich del mundo persisten las viejas tradiciones. Son lugares a salvo de las bulliciosas ciudades, ignorando la ciencia e ignorados por la civilización, lo bastante monótonos para no entusiasmar a los demás y lo bastante pobres para no provocar la envidia de nadie. Se convierten en refugios seguros para la superstición y para ciertas costumbres en apariencia absurdas. También albergan verdades que se han ido filtrando, de forma invisible, durante siglos.
Historias ambientadas en el lugar en el que nace el horror, donde habitaron aquellas cosas que antaño fueron grandes y terribles.