¡Hey, lector! Pero sobre todo (lástima que por escrito las intenciones pasen peor): ¡Heeey, lectora! No te diré mi nombre, pero puedes llamarme Onthedot. Suena raro, te acostumbrarás.
Sí te diré que soy bollo, desde siempre supongo, y que durante un año voy a ser aupair, aunque quien pone en mis manos a sus hijos no sabe de mi condición sexual.
Me pillas a punto de subir a un avión con destino al centro del Imperio y te aseguro (yo lo sé: estuve ahí y escribí este diario que ahora se traviste en libro) que la experiencia no va a ser baladí. Juzga tú misma... y si eres un «tú mismo», juzga también.
Primero tendré que aguantar a una familia bushadicta (¡qué mala es la droga!) integrada por mother Morticia y dos monstruos bajitos: Tommy and Lorena, más tres conejillos de indias, dos perros, una gata, una serpiente negra, un oso hormiguero... y una niñera, a la sazón, servidora. Esta etapa acabará bruscamente cuando revele mi identidad sexual: «No eres feliz», dictaminará mi madre de acogida en ese extraño, peculiar, curioso, divertido, misterioso país. Y en USA si no eres feliz, en vez de preguntarte cómo te encuentras, te mandan al FBI o a la agencia de aupairs.
Después, convertida en NumberNine (adivina cuántas habían pasado antes por esa casa de judíos ortodoxos), me haré vigilanta de Samuel y Allison. Él... ¡Calla, Onthedot! Un escritor nunca debe dar pistas sobre la identidad del asesino.
En fin. Ésta es la historia de mi año americano. Y... ¡Hey! No creas que le guardo algún rencor, que es siempre más feliz quien más amó
y esa siempre fui yo.