Las brujas, transmisoras de un saber heterodoxo y casi siempre específicamente femenino, no siempre fueron consideradas fuentes del mal, sino que en épocas y sociedades diversas desempeñaron una función social de indudable importancia. Sin embargo, la inmensa mayoría de documentos históricos y de piezas literarias que nos hablan de ellas no fueron escritos por sus protagonistas, sino por hombres, y en la mayoría de ocasiones por hombres que pretendieron ridiculizarlas, moralizar a su costa o simplemente exterminarlas. A pesar de ello podemos leer entre líneas algunas de sus prácticas y de sus conjuros, conocer algunos de sus perfiles o aprender qué hicieron y por qué lo hicieron. Disponemos de escasos testimonios en primera persona pero sí que podemos imaginarlas a través de las reprobaciones de sus detractores o de los castigos de sus verdugos.