Segovia es una ciudad inverosímil, en la que caben titiriteros y militares, curas y comuneros, una villa que hay que recorrer con tiempo, con la templanza que caracteriza al castellano, para empaparse de ese calor, de ese pálpito que subyace a su singular belleza.
Cuando el visitante comienza a asumir la grandiosidad monumental de esta ciudad llena de historia, es el momento de pararse a disfrutar de otros encantos que pueden deparar pequeños instantes de entrañable placer. El discreto atractivo de sus callejuelas y rondas, de sus recoletos jardines, el sabor de sus asados, el sol de sus terrazas, el bullicio de su vida ciudadana o la luz que inunda y la recrea son sólo algunos de ellos.