Pintor mediocre, dolorosamente consciente de sus limitaciones, H. recurre a las páginas de un diario como medio para comprender sus debilidades estéticas y para comprenderse a sí mismo, cuando acepta el encargo de retratar a S., administrador de una compañía. El trabajo le situará no tanto en la médula de la crisis moral del artista como en la raíz de todo acto de creación estética.