«No interesan aquí sólo aquellos aspectos que distinguen el misterio de la Iglesia Católica ('Romana') del resto de las confesiones cristianas, es decir, aquello de lo que los católicos sienten tan poca inclinación a hablar en los diálogos ecuménicos como si lo despreciaran o como si fueran cosas secundarias. Lo contrario, es decir, mostrar que esos aspectos son centrales, se puede realizar de dos formas: o con el espíritu de la Contrarreforma, que compara polémicamente proposición contra proposición, o de forma verdaderamente católica, reflexionando a partir del misterio afirmado en común y señalando desde él lo específicamente católico, de tal manera que cualquier interlocutor, incluso desde su propio punto de vista, alcance a ver las conexiones internas. Ni 'controversia', pues, ni 'concordancia' diplomática, ni 'confesión' neutral, sino un tipo de pensamiento que puede realmente llamarse ecuménico, porque es católico».