Ayer! Ayer!
Tus ojos aguerridos,
tus pies desnudos
dibujando un rayo,
tu rencor de puñal, tu beso duro,
como los frutos del desfiladero,
ayer, ayer
viviendo
en el ruido del fuego,
furiosa mía,
paloma de la hoguera,
hoy aún sin mi ausencia, sin sepulcro,
tal vez, abandonada de la muerte,
abandonada de mi amor, allí
donde el viento monzón y sus tambores
redoblan sordamente y ya no pueden
buscarme tus caderas extinguidas.
«Neruda renace todos los días porque siempre hay alguien que lo lee por primera vez y hay otro que lo relee con nuevos ojos. No hacerlo empobrecería nuestra vida.»
JOSÉ EMILIO PACHECO