Los consumidores de drogas recreativas (dejando a un lado a quienes toman otras sustancias dañinas como el alcohol y el tabaco) suelen ser objeto de persecución. En las prisiomes estadounidenses hay cerca de medio millón de personas encarceladas por asuntos relacionados con las drogas, un número superior al total de presos en 1980 y más del total de la población reclusa de la Unión Europea. En algunos estados, se gasta más dinero en mantener el sistema de prisiones que en educación. Las políticas habituales sobre la drogadicción provocan un inmenso sufrimiento personal, al tiempo que favorecen la corrupción policial, el crimen organizado y el desprestigio de la justicia, y hacen que las drogas sean más peligrosas por su carácter ilegal y por no estar sometidas a los controles adecuados. Representantes de todos los ámbitos del espectro político están comenzando a preguntarse: ¿merece la pena?