La Segunda Guerra Mundial transformó la reputación de Churchill: en los oscuros días de 1940 se convirtió en un héroe nacional, sin embargo, a esa victoria siguió la derrota: en 1955 parecía que Gran Bretaña, eclipsada por Estados Unidos y la Unión Soviética, estaba perdiendo todo aquello que había luchado tan duramente por conservar. Por lo tanto, a pesar de los inmensos logros de Churchill, el mordaz examen que Keith Robbins hace de su carrera constituye, en última instancia, un estudio del fracaso. A pesar de ello muestra que este desmañado genio fue, tanto en la derrota como en la victoria, un auténtico símbolo y espejo de su época: la vida de Churchill (1874-1965) se extendió durante el apogeo y la desintegración del Imperio Británico, y sus triunfos y tragedias como estadista son inseparables de los de toda la nación. Escrito con inteligencia y elegancia, Churchill ofrece un retrato de los paisajes políticos a través de los cuales el protagonista se movió.