El Mal asola al ser humano desde que Pandora, la muñeca autómata fabricada por los dioses y diosas del Olimpo, abrió el recipiente que llevaba cuando fue remitida a los hombres de parte de Zeus para castigarles por la insolencia de Prometeo, que decidió robar el fuego para dárselo a los hombres. Como el genio de la lámpara de Aladino, el Mal debió de exclamar: «¡al fin libre!» Y a partir de ese momento emprendió su trabajo por todos los rincones de la tierra, irradiando locura, guerras, enfermedades, peste, crímenes, perversiones... a gran escala, pero también a la medida del hogar. Desde que el Mal comenzó a irradiar su oscuridad, el hombre emprendió el esfuerzo de ponerle cara, de imaginárselo, para poder identificarlo y tener una oportunidad de apartarse de su camino... o incorporarse a él, pues el Mal también se preocupa por su aspecto, logrando en ocasiones arreglarse con un encanto y un poder de fascinación irresistibles: el diablo, los niños de cara angelical, mujeres fatales, hombres con larga barba y turbante, amables vecinos de puerta con aspecto anodino e inofensivo, vampiros y vampiresas, metrópolis-babilonias, sombras, manchas... en fin, toda una galería de imágenes al margen de las cuales es imposible pensar o concebir el Mal.
Imágenes del Mal reúne una serie de ensayos de crítica cinematográfica, filosofía y literatura con estilos y enfoques diversos, pero con un denominador común predominante, aunque no exclusivo: la imaginación del Mal en el cine.