Julio César está a punto de ganar la guerra civil cuando escribe la primera de las treinta cartas que componen su testamento ideológico. Sabe que la muerte le ha pisado los talones durante años y la intuye cada vez más cerca. Por ello, decide iniciar una larga confesión a Marco Bruto. Terminada la contienda, dueño absoluto de Roma, teme que su fama de ambicioso sin escrúpulos ensombrezca su recuerdo y continúa la redacción de este pliego de descargos para adelantarse al juicio de la Historia. Escribe casi de un tirón, en su finca de Lábicum, cerca de Roma.
En la línea de Yo, claudio y de Memorias de Adriano, esta novela es una fina reflexión sobre la condición humana en la que están presentes cuestiones tan candentes como el amor y la muerte, la amistad y el placer, la corrupción política o el honor.