Los niños necesitan disciplina y unas ciertas normas. Esta idea no está de moda, y hay quienes defienden que sean ellos los que fijen sus límites. Pero no tienen todavía edad ni capacidad para asumir una tarea que corresponde a padres y formadores.
Si los chicos no aprenden a ajustar su conducta a unas pautas y reglas, difícilmente podrán integrarse luego en la sociedad como ciudadanos maduros.
Imponer nuestra disciplina a los niños no es una afrenta a su libertad y personalidad, sino una forma de educación que pretende su desarrollo como personas. Los niños se sienten mejor si sus padres mandan. Si renunciamos a ello, no les estamos ayudando.
El autor aborda multitud de casos prácticos (tomados de su experiencia como psicólogo y padre) y explica las estrategias que hay que seguir con los chicos en las diversas situaciones que la vida plantea.