Palacios de invierno es una historia de amor entre gentes que lo han perdido todo. Hace tanto que ya ni lo recuerdan. Una historia de príncipes destronados. Saben que morirán en el exilio sin nada más que ese extraño amor como instrumento. En su juventud, estos héroes podían verse a sí mismos como en el verso de Góngora: «Gigantes de cristal los teme el cielo.» Y el cielo podía ser asaltado por la revolución para la última generación que en toda Europa vivió en el mito de la insurrección armada. Pasados veinte años, los que se soñaron «gigantes» saben que lo eran «de cristal»: el revolucionario se ha transformado en burócrata, cuando no en represor. La confrontación o cruce generacional, que reviste incluso la forma del azar, intersecciona y aúna dos intrigas independientes que acaban por confluir; en ambas, Gabriel Albiac se sirve brillantemente de la técnica del thriller para exponer la verdad moral de sus personajes, que es el balance de la gesta y el aquelarre de los últimos revolucionarios europeos, a la vez que un lúcido diagnóstico de la sociedad española actual. El tema de Palacios de invierno es la congelación de las imágenes que sus protagonistas guardan de sí mismos, enfrentada a aquello que su biografía ha terminado por llevarles a ser. Una indecible energía expresiva y una autoexigencia e invención estilística a toda prueba sostienen la novela de la primera a la última página.