Uno de los aspectos más oscuros de la guerra civil española fue precisamente su final, la caída de Madrid, que en realidad fue entregada, en 1939, por la Junta del coronel Casado, tras poner en manos de los franquistas, en un intento desesperado por salvarse, a un grupo de miembros de la Juventud Socialista Unificada, que en 1941 fueron condenados a muerte. A la hora de meterlos en capilla, sólo fueron nombrados tres: Eugenio Mesón, Domingo Girón y Guillermo Ascanio, los demás serían simplemente «etc., etc.». Aquellos jóvenes revolucionarios perdieron así su identidad para convertirse en «los trece etcétera» de la turbia entrega de la capital a Franco. Sólo uno de ellos, Eugenio Mesón, dejó un bloc manuscrito que, al día siguiente de su ejecución, sus compañeros de prisión entregaron a su compañera, Juana Doña.
Ahora, más de sesenta años después de aquellos hechos trágicos, ve la luz por primera vez el testimonio de Eugenio, esos textos que, como dice Manuel Vázquez Montalbán en su prólogo, «merecen un lugar de honor en los epistolarios de la resistencia antifranquista», su última carta a su compañera sentimental, los recuerdos de su formación política, el homenaje a sus correligionarios. Y, al otro lado del tiempo, pasados los años y abiertas aún muchas heridas, con la memoria intacta, Juana Doña le contesta y rememora su historia de amor y revolución, la eufórica ilusión de los primeros años de la II República, los sueños compartidos, la forja de una utopía lentamente destruida por los años de la guerra civil.
Querido Eugenio es un canto a dos voces, desgarrador y lúcido, el relato estremecedor de un pasado que aún alienta, la restitución de la identidad robada a los «trece etcétera» y, por encima de todo, una hermosa historia de amor entre dos jóvenes que quisieron cambiar el mundo.