Desde siempre, la vida de Drusilla ha estado dominada por los arrogantes Framling: lady Harriet y sus hijos, Fabian y Lavinia. Precisamente, un día, mientras jugaba con estos de pequeña, Drusilla descubrió algo que marcaría su destino: un abanico de plumas de pavo real. Tras su paso por una escuela de señoritas en Francia, Drusilla ve su corazón inclinarse hacia Fabian, aunque se siente a su vez turbada por el joven Dougal, culto y para nada frívolo. Mas su destino sigue manteniéndola vinculada a los Framling y, como institutriz de la hija de Lavinia, acepta reunirse con ella en la India, país sensual y misterioso. Drusilla volverá después a Inglaterra, pero la ciega maldición del abanico indio no la abandonará tan fácilmente.