Desde la monarquía asturiana y los condados pirenaicos hasta la monarquía de los Reyes Católicos, la España cristiana conoció un amplio y complejo proceso de conformación de instrumentos administrativos y gubernativos que vinieron a suponer la respuesta a necesidades de organización concretas y peculiares de los distintos espacios y de las sucesivas coyunturas históricas que, con el tiempo, en muchos casos, se convertirían en señas de identidad muy características y de larga perduración de los diversos ámbitos territoriales peninsulares. De este modo, esta evolución medieval supuso una experiencia extraordinariamente creativa de articulación territorial, administrativa y organizadora que, más allá de atender las exigencias inmediatas de la sociedad de cada momento, habría de alcanzar amplia proyección histórica.