Me gustan las definiciones. Veo en ellas algo más que un juego o un ejercicio intelectual: una exigencia del pensamiento. Para no perderse en el bosque de las palabras y las ideas. Para encontrar el propio camino, siempre singular, hacia lo universal.
La filosofía tiene su propio vocabulario: algunas palabras sólo le pertenecen a ella y otras, más numerosas, las toma prestadas del lenguaje ordinario, y les da un sentido más preciso o más profundo. Esto forma parte de su dificultad, pero también forma parte constitutiva de su fuerza. ¿Una jerga? Sólo para aquellos que no la conocen o la utilizan mal. Voltaire, de quien tomo mi título, supo mostrar que la claridad, contra la locura de los hombres, era más eficaz que un discurso sibilino o abstruso. ¿Cómo se podría combatir el oscurantismo con la oscuridad? ¿El miedo, con el terrorismo? ¿La estupidez, con el esnobismo? Más vale dirigirse a todos, para ayudar a alguien a pensar. La filosofía no es propiedad de nadie. Que requiere esfuerzos, trabajo y reflexión, es evidente. Pero sólo vale por el placer que ofrece a cambio: el de pensar mejor, para vivir mejor. Es a lo que estas más de 1.200 definiciones quisieran contribuir.
André Comte-Sponville