Desde hace algo más de una década, la mayor parte de los discursos políticos parecen centrarse en la libertad y en la diferencia. A veces, incluso en la solidaridad. También la seguridad ha alcanzado un protagonismo creciente a raíz de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. La igualdad, en cambio, ha quedado relegada en este contexto. Y ello a pesar de que vivimos en un mundo con profundas desigualdades materiales y también en cuanto a tenencia de poder. Lo cierto, aunque a menudo parece ignorarse, es que ése es el trasfondo de los más graves conflictos actuales, especialmente en el plano internacional.
Esa ausencia desequilibra los debates públicos. Los diversos valores ético-sociales se implican, se incluyen y se complementan recíprocamente. El significado de cada uno de ellos sólo puede captarse cabalmente a la luz de los restantes. Hoy, como siempre, sigue siendo necesaria la conjugación de las exigencias de la igualdad con las de la libertad.
Paradójicamente, en el ámbito jurídico, las apelaciones a las implicaciones de la igualdad ante la ley son constantes. En ese horizonte, se intenta presentar una reflexión sobre el valor, ético, político y jurídico, de la igualdad y sobre su conexión con el concepto de Derechos Humanos como derechos universales.